viernes, 8 de febrero de 2013

Voy con mi cordón...

Hoy he vuelto a sentarme aquí, delante tuya. Quiero hablarte de un miedo profundo al abandono.
Hace unos días cerré una etapa de mi vida muy muy importante. Dije adiós a una relación que me ha acompañado durante 4 años. En aquel momento, mejor dicho, anterior a ese adiós, no era consciente del dolor profundo que eso me iba a generar.
Hoy me siento delante de tu mirada, para decirte que estoy triste,  y que siento el vacío de la soledad.
Cuando el miedo entró en mi cuerpo cerró las murallas, sentí frío....
Sí este frío quieto ya lo he sentido, ya ha recorrido mis venas alguna otra vez, quizá también la primera vez ya sentí este mismo frío.
Me quedo quieta, me quedé tumbada boca arriba, asustada. Mi letra en quietud  busca la respuesta. Quieta, protegiendo mi espacio vital del fantasma aterrador y la oscuridad latente.
¿Dónde me dirijo? Mi cabeza aprisionada a tu pecho, no, no es mi cabeza quién me guía.
Mi cabeza no abre el camino. Estaba preparada para salir  y de repente necesitaba moverme.
Sentí que mis pies empezaban a desaparecer y todo mi cuerpo se íba con ellos.
Mis caderas también caían por aquel barranco oscuro, todo mi pequeño vientre se movía cual arena en el mar..
¿Dónde estaba yo? Tu abismo me ahoga, frente al descuido de mis ojos que no perciben mi ser marchándose de mí, marchándose d tí. Este canal me asfixia. Mi cabeza va a estallar. La luz queda muy lejos.
Me quedaba profundamente quieta, ante esa oscuridad.


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